Con frecuencia vemos a jovencitos que se manifiestan como ateos o agnósticos. Algo parecido ocurre en algunos profesores de primaria o de institutos, incluso de universidad, que alardeando de su increencia ante sus alumnos y, sin respeto a los alumnos creyentes, hablan despectivamente de la fe.
Si los primeros responsables de la educación son los padres, me pregunto si lo primero es el respeto a las decisiones de los padres sobre la línea educativa que esté de acuerdo con sus opciones sobre la fe y la moral, o la libertad de los profesores para orientar a los alumnos sobre la increencia y el laicismo, sobre todo, en los niveles más elementales de la enseñanza.