Las noticias que han ido apareciendo sobre corrupción no son fácilmente digeribles por nuestra sociedad; más bien nos están diciendo que hay algo que huele a podrido y que se está creando un ambiente irrespirable.
Es urgente que entre todos regeneremos la vida pública por el único camino válido para ello: la renovación de los valores éticos y morales. Y no es que vaya a optar por la vía fácil de acusar al Gobierno, sino a constatar el hecho de que es toda la sociedad, no sólo el Gobierno, la que necesita de una reestructuración moral.
Soy consciente de que a muchos no les gusta oír la voz de la Iglesia más que cuando defiende puntos de vista que les interesan. Pero la misión de la Iglesia es proclamar la verdad del Evangelio, caiga bien o mal.