En todas partes, porque está; aunque la cuestión no es si está; la cuestión es si queremos verlo y, sobre todo, para qué queremos verlo.
A mí me gusta ver a Dios en el firmamento en una noche estrellada, en un amanecer, en la naturaleza con sus paisajes maravillosos. ¿Te has fijado en el mar y en el sol y en las estrellas? ¿Te has fijado en la complejidad y belleza de la vida? La belleza y la inmensidad me llevan a Dios. Me gusta verle en la vida, en el desarrollo de la vida, de la vida grande y pequeña. Le contemplo cuando una semilla va germinando y va brotando un tallo y me pregunto ¿por qué? y descubro allí la presencia de Dios.