Gracias, Señor, porque has llamado a unos hermanos para seguirte muy de cerca por los caminos del mundo.
Gracias porque, a través de ellos, nos estás diciendo que es posible imitar la vida que Tú llevaste.
Gracias porque en ellos vemos tu vida de pobreza, de castidad y de obediencia.
Gracias porque, a través de su pobreza, que es la tuya, los más pobres son atendidos.
Gracias, porque son capaces de no exigir sus derechos al mismo tiempo que se complican la vida por exigir los derechos de los demás, especialmente los de quienes no cuentan para nada ni para nadie.
Gracias porque con su castidad, están viviendo una paternidad y maternidad abierta a todos, especialmente a aquellos que más necesitan de amor, de atenciones y de servicio.
Gracias porque están pendientes de quien necesita de ellos y están dispuestos a dejar, incluso su propia patria, para servir a cualquiera en cualquier parte del mundo.
Gracias porque, con su obediencia, a veces muy exigente, nos están diciendo a todos que vale la pena obedecerte a ti de todo corazón como te obedeció tu Hijo.
Gracias porque vemos que son capaces de ceder en sus derechos aún teniendo razón, para parecerse más a tu Hijo.
Gracias por su disponibilidad a hacer lo que les encomiendan sus superiores por mucho que les cueste.
Gracias porque a través de sus obras, nos están hablando de tu Hijo que renunció a todo para darse del todo.