No podemos perder los encuentros con el Señor, sobre todo, quienes vivimos una misma ilusión cristiana y queremos seguir sus caminos. He dicho “sus caminos” porque normalmente tenemos tendencia a seguir “nuestros caminos”, caminos que, con frecuencia, no conducen a ninguna parte; y hay mucha gente que no sabe hacia dónde está caminando.
Quienes hemos recibido la fe e intentamos caminar hacia esa meta que Jesús nos descubrió y nos invitó a conseguir, sabemos que los caminos importantes no son los nuestros, sino los del Señor. Son éstos los caminos verdaderos, los auténticos, los que tienen contenido, aunque a veces sean sendas casi inaccesibles y por las que es difícil caminar. Pero en un camino lo que hay que ver es si conduce o no a la meta deseada. Hay caminos anchos y cómodos pero que no conducen a la vida. ¿Recordáis que algo de esto nos dijo el Señor?: «« Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran» (Mt. 7, 13-14). Pero es que, además, dijo: « Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn. 14, 6). Y si es el camino y nuestra meta es el Padre, hemos de llegar al Padre por Él.